El séptimo hábito que describe Covey (2003) en su libro de los 7 hábitos de la gente alta mente efectiva, que él denomina “afilar la sierra”, consiste en tomarse tiempo para reflexionar y entrar en una dinámica de mejora continua.
Significa básicamente desarrollar cuatro dimensiones, de manera sabia y equilibrada: la física, espiritual, mental y social/emocional.
En términos humanos, la dimensión física implica cuidar efectivamente el cuerpo físico, es decir, comer el tipo correcto de alimentos, descansar lo suficiente y hacer ejercicio con regularidad.
Por su parte, la dimensión espiritual se refiere al núcleo de una persona, su centro, donde se representa el compromiso con su sistema de valores, y constituye un área muy privada de su vida.
La dimensión mental se refiere a no dejar que la mente se atrofie: no dejar que la mente se atrofie: no pasar tanto tiempo viendo la televisión: no abandonar la lectura seria, explorar con profundidad temas nuevos que no sólo se refieran al campo de acción donde la persona se desenvuelve, no dejar de pensar analíticamente ni de escribir con sentido crítico o de un modo que ponga a prueba la capacidad para expresarse con un lenguaje depurado, claro y conciso.
Por último, las dimensiones social y emocional están ligadas entre sí porque la vida emocional de cualquier persona se desarrolla (primordial pero no exclusivamente) a partir de las relaciones con los otros, y en ellas se manifiesta.
Las dimensiones física, espiritual y mental están estrechamente relacionadas con los primeros tres hábitos de la gente altamente efectiva que permiten la independencia (la proactividad, la planeación y establecer prioridades). Mientras que la dimensión social/emocional enfoca los hábitos cuarto, quinto y sexto (tres hábitos hacia la interdependencia: el ganar/ganar, aprender a escuchar y la sinergia).
Pero además, estas dimensiones no sólo aplican a la vida de las personas, sino también aplican a las organizaciones: la dimensión física se expresa en términos económicos; la dimensión mental o psicológica tiene que ver con el reconocimiento, el desarrollo y el empleo del talento; la dimensión social/emocional es la de las relaciones humanas y el modo en que se trata a la gente; y la dimensión espiritual se refiere a la búsqueda de un sentido en el propósito o aportación y en la integridad de la organización.
Así pues, se observa que el séptimo hábito engloba a todos los otros seis hábitos del modelo, y para poder desarrollarlo tal vez se tenga que realizar un esfuerzo mayor, si no se ha alcanzado el nivel de victoria privada y las habilidades de la victoria pública necesarias para que los hábitos cuarto, quinto y sexto se desplieguen naturalmente.
Covey (2003) indica que este séptimo hábito sólo alcanza efectividad óptima cuando se abordan las cuatro dimensiones conjuntamente, de un modo sensato y equilibrado, ya que el descuido de cualquier área afecta negativamente a las restantes. Lo que uno hace para mejorar continuamente cualquiera de las dimensiones tiene un efecto positivo en las otras, porque todas están altamente interrelacionadas, por ejemplo, la salud física afecta a la salud mental; la fuerza espiritual afecta a la fuerza social/emocional.
Este proceso de perfeccionamiento continuo es el sello del “movimiento de la calidad”, que se ha desarrollado desde inicio del siglo pasado, evolucionando hasta lo que hoy se conoce como gestión integral de calidad, que ha venido revolucionando la administración de las empresas con apoyo de la normatividad establecida por ISO, específicamente la familia de normas ISO 9000.
Como lo menciona Arméndariz (2010), la calidad es un término muy relativo, y puede haber muchas definiciones y cada persona puede interpretarla de distinta manera. Por ejemplo, la norma ISO 9000 indica que el término de calidad debe entenderse como el grado en el que un conjunto de características (rasgos diferenciadores) cumple con ciertos requisitos (necesidades o expectativas de un cliente), para dar satisfacción al dicho cliente.
Independientemente de cómo sea interpretado el término de calidad, lo que debe reconocerse es que no es un fin, sino es un proceso continuo, que permite ascender en una espiral de crecimiento y cambio, para la mejora o perfeccionamiento continuo. Y para moverse a lo largo de la espiral ascendente es necesario aprender, comprometerse y actuar en planos cada vez más altos; y nunca dejar de progresar.
Esta mejora continua es lo que plantea el séptimo hábito de la gente altamente efectiva, y Covey (2003) indica que la motivación más alta y poderosa que una persona puede tener para hacerlo, no es para ella misma, sino para su posteridad y de toda la humanidad.
Referencias
Arméndariz, J. L. (2010). Calidad. Madrid: Parainfo.
Covey, S. R. (2003). Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva: la revolución ética en la vida cotidiana y en la empresa. Buenos Aires: Paidós.
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